Pregunta: “Hola Nick. En el ejercicio 29 nos dice que Dios está en todo lo que vemos. Lo que no entiendo es que anteriormente los ejercicios nos enseñan que nada de lo que vemos es real, ni el cuerpo, ni el universo, nada. Como es posible de ver a Dios en todo lo que no es real? Muchas gracias Nick.”
Comentario: Dios está
en todos lo que veo porque no existe nada más que Dios. Sin embargo lo que los
ojos perciben es lo que no nos permite reconocer a Dios en todas partes. Porque
lo que nosotros creemos ver, que no es nada más que una percepción, nos muestra
objetos separados. Cuando le proyecto un significado a alguno de esos objetos
me percibo como un yo separado de el objeto, por lo cual el objeto aparenta
tener identidad propia al igual que yo.
Mirémoslo de la siguiente manera. Ahora
mismo tú crees que estás leyendo una nota escrita por mí en tu computadora. El
hecho de tu etiquetar la nota como nota, computadora como computadora, y tú
como individuo, Dios, qué es lo que realmente eres se ha dividido ahora en tres
partes, “yo” o “tú”, “nota” y “computadora.” Así sucede con todo lo que crees
ver a tu alrededor. A tu alrededor ves, o mejor dicho, percibes millones de
objetos. Cada uno con una etiqueta “diferente”, al que le atribuyes un
significado “diferente.”
¿Que sucedería sin embargo, si a todo lo
que tus ojos creen estar viendo le quitases el significado? ¿Inclusive te
quitases el significado de un “yo” separado de todo eso que ves? Lo que
quedaría sería una sola cosa donde no existen bordes ni principios ni finales.
Todo es lo mismo. Por consiguiente al dejar de juzgar (proyectarle significado)
a cada una de esas partes como buenas o malas, bonitas o feas, grandes o
pequeñas, correctas o incorrectas, darle nombres, etc., no podrías sino que
percibir unidad, por lo cual experimentarías amor. Es así como reconoces que
Dios está en todo lo que ves. De nuevo, no en todo lo que ves con los ojos sino
que siendo lo único que hay los ojos ya no te distraen de la verdad. Seguirán
percibiendo cosas y objetos. Como yo ahora mismo percibiendo una computadora en
la que estoy escribiendo esto. Pero hay una comprensión subyacente inmutable
que no se deja distraer por lo que los ojos perciben.
Utilicemos el ejemplo de una pantalla en
blanco en un cine. La pantalla en blanco es lo único que hay. Cuando se le
proyecta una película llena de millones de imágenes percibimos separación,
pasando por alto lo que en realidad está frente a nosotros, una pantalla en
blanco. Si yo te digo, “la pantalla está en todo lo que veo” mientras se le
está proyectando una película me dirías que estoy loco. Pero si te pido que relajes
la visión y dejes de prestar atención a las imágenes que se están proyectando,
poco a poco podrás entonces darte cuenta que lo único que existe en frente a tí
es una pantalla en blanco. Y entonces me dirías, “tienes razón la pantalla está
en todo lo que veo.”
Por consiguiente, a este nivel en el que
aparento encontrarme, si dejo todas mis evaluaciones a un lado me abro a una
comprensión profunda donde sólo voy a experimentar ese amor y esa paz que
realmente soy. Sin embargo, como este mundo con todas sus aparentes diferencias
es el obstáculo que se ha interpuesto ante ese reconocimiento, empezamos por
quitarle el significado que se le ha proyectado a cada una esas partes. Es por
eso que “nada de lo que veo significa nada.” W-pI.1 Según se le quita el significado al mundo, la percepción
fragmentada se va ampliando uniéndose poco a poco a la visión unificada. Otra
forma de decirlo es, la percepción del ego se transforma en la visión de
Cristo.