IV. Los Obstáculos a la Paz

1. A medida que la paz comience a extenderse desde lo más profundo de tu ser para abarcar a toda la Filiación y ofrecerle descanso, se topará con muchos obstáculos. 2Algunos de ellos los tratarás de imponer tú. 3Otros, parecerán provenir de otras partes: de tus hermanos, o de diversos aspectos del mundo externo. 4La paz, no obstante, los envolverá dulcemente a todos, extendiéndose más allá de ellos sin obstrucción alguna. 5La extensión del propósito del Espíritu Santo desde tu relación a otras personas para incluirlas amorosamente dentro de ella, es la manera en que Él armonizará medios y fin. 6La paz que Él ha depositado, muy hondo dentro de ti y tu hermano, se extenderá quedamente a cada aspecto de vuestras vidas, rodeándoos a ambos de radiante felicidad y con la sosegada certeza de que gozáis de absoluta protección. 7Y vosotros llevaréis su mensaje de amor, seguridad y libertad a todo aquel que se acerque a vuestro templo, donde la curación le espera. 8No tendréis que esperar para darle esto, pues le llamaréis y él os responderá, reconociendo en vuestra llamada la Llamada a Dios. 9Y vosotros lo albergaréis y le daréis descanso tal como se os dio a vosotros. T-19.IV.1:1-9

Vamos a ver esa párrafo linea por linea:

“A medida que la paz comience a extenderse desde lo más profundo de tu ser para abarcar a toda la Filiación y ofrecerle descanso, se topará con muchos obstáculos. T-19.IV.1:1
A medida que la paz se va extendiendo desde lo mas profundo del inconsciente para abarcar toda la mente y ofrecerle descanso, saldrán a la superficie los miedos escondidos, la culpa inconsciente.

”Algunos de ellos los tratarás de imponer tú. Otros, parecerán provenir de otras partes: de tus hermanos, o de diversos aspectos del mundo externo.” T-19.IV.1:2-3
Algunos de esos miedos que surgen serán simplemente interpretaciones de lo que sentimos, lo que creemos saber para justificar ese sentir. Es nuestro deseo inconsciente de querer seguir sintiéndonos como víctima y necesitamos una historia para poder aferrarnos a esa culpa inconsciente. Por lo tanto aunque nada ni nadie nos este haciendo nada utilizamos nuestro pasado, nuestro propio “aprendizaje” para aferrarnos a la historia que sea de manera que podamos aferrarnos a ese deseo de sentir culpa. Pues a final de cuentas todas esas historias que utilizamos para justificar nuestro deseo de sentirnos como víctimas, si las dejamos a un lado no tendríamos excusa para sentirnos como víctimas. Es un circulo vicioso que surge del inconsciente y nos olvidamos que fuimos nosotros los que así lo deseamos.

La segunda oración que le sigue es, “Otros, parecerán provenir de otras partes:…” Esa es la misma culpa inconsciente que simplemente se le proyecta a nuestros hermanos, a nuestras circunstancias (las ilusiones que parecen estar “fuera”). Es otra manera de justificarla. Solo que es mas fácil justificarla cuando tenemos testigos, cuando tenemos razones para supuestamente sentirnos como víctimas. Es mas fácil utilizar un ataque que provenga de “fuera” para justificar nuestro sentir que no tener razón para aferrarnos a ese sentir. En otras palabras es mas fácil decir, “esa persona tomó ventaja de mi por lo tanto tengo derecho a sentir rabia”, que sentir rabia y no tener con que justificarla. Ahí es donde la mente busca una excusa a raíz de alguna memoria o historia que le convenga, que es por eso que se nos dice, “Algunos de ellos los tratarás de imponer tú.

“La paz, no obstante, los envolverá dulcemente a todos, extendiéndose más allá de ellos sin obstrucción alguna.” T-19.IV.1:4
Al permitir que los obstáculos surjan, sin dejarse uno distraer por ellos, que es lo que sucede cuando se deja de juzgar, cuando se deja de interpretar, cuando se deja de analizar, cuando se deja de justificar, és lo que permite que la paz los vaya arropando, extendiéndose a través de toda la mente.

“La extensión del propósito del Espíritu Santo desde tu relación a otras personas para incluirlas amorosamente dentro de ella, es la manera en que Él armonizará medios y fin.” T-19.IV.1:5
Los medios son las experiencias que vamos teniendo y los fines son el propósito que le adjudicamos. Por lo tanto, si en una de mis relaciones, digamos como con mis hijos, siento impaciencia, al elegir el propósito del Espíritu Santo el cual es recordar que soy paz, ese medio (interacción con los hijos) que creí es la “causa” de la impaciencia en mi, se re interpreta con el Espíritu Santo y se utiliza ahora para alcanzar el fin que en este caso sería la paz. En otras palabras, ahora se utilizan todos los medios para recordar que el fin es la paz.

No estamos hablando de pretender estar en paz cuando no es lo que se está sintiendo. Estamos hablando de que cuando se mueven las emociones a raíz de creer que los medios (situación con la que estemos lidiando en ese momento) son la causa de ese malestar, que simplemente nos brindemos la oportunidad de sentir lo que sea que estemos sintiendo sin interpretar nuestro sentir ni como malo ni bueno, y obviamente sin culpar ni justificar ese sentir con lo que sea que este ocurriendo. De esa manera el Espíritu Santo puede armonizar, a raíz de Su interpretación, medios (circunstancia) y fin (le meta que elegí la cual seria la paz interna).

“La paz que Él ha depositado, muy hondo dentro de ti y tu hermano, se extenderá quedamente a cada aspecto de vuestras vidas, rodeándoos a ambos de radiante felicidad y con la sosegada certeza de que gozáis de absoluta protección.” T-19.IV.1:6
Esa paz que se encuentra dentro de cada uno de nosotros, libre de interpretaciones, libre de juicios, libre de percepciones erradas, simplemente la inocencia pura que es lo que realmente somos puede aflorar, y es la que se extenderá a cada parte de la mente rodeándola de felicidad, de una aceptación total. Es así como me uno a mi hermano, que es otra manera de decir, me uno a mi mismo, pues al no excluir a nadie no me siento separado.

“Y vosotros llevaréis su mensaje de amor, seguridad y libertad a todo aquel que se acerque a vuestro templo, donde la curación le espera.” T-19.IV.1:7
Siendo la única mente que hay, cuando mi mente descansa en esa paz, cada parte de mi mente, cada pensamientos que percibo es como compartir mi amor, mi seguridad, mi libertad conmigo mismo. Por consiguiente cada parte de mi sana. Esa ahí donde la curación me espera, en el reconocimiento de que soy mente. Por lo tanto no es que “yo” (personaje) voy a ir por el “mundo” llevando mensajes de amor y seguridad a todo “aquel”, sino que mas bien estoy yo mismo llevándome a mi mismo el recordatorio de lo que realmente soy. Dado ese el caso, “todo aquel” son pensamientos de esa misma mente de la que soy parte de. Y para los efectos, al estar identificado con el amor en mi, en el mundo de las formas, en el que aparento estar viviendo, se puede deducir que ese mensaje de amor, seguridad y libertad es lo que voy a ir compartiendo con mis hermanos. Y lo haré, no desde una tarima predicándolo, sino que mas bien a raíz de mi ejemplo, aunque para algunas personas su vocación también incluya compartir el mensaje desde una tarima.

“No tendréis que esperar para darle esto, pues le llamaréis y él os responderá, reconociendo en vuestra llamada la Llamada a Dios. Y vosotros lo albergaréis y le daréis descanso tal como se os dio a vosotros.” T-19.IV.1:8-9
Es lo mismo que compartí con el párrafo anterior. La paz de la que gozas es la que compartes con todo “aquel” que aparezca en tu camino. Y una vez mas, “todo aquel” son pensamientos proyectados de la única mente que existe la cual todos somos parte de. Por eso reiteramos no confundir la forma con el contenido. El contenido es que somos la única mente que existe, la forma es la creencia de que esa mente se dividió en billones y trillones de formas. Dado ese el caso, la paz que compartes con “otro” la compartes contigo mismo de la misma manera que el miedo que le proyectas a “otro” es el que tu mismo sientes ya que las ideas no abandonas su fuente y su fuente es mente. Y solo hay una mente.