Recientemente
estaba compartiendo con una amistad que no sabía qué hacer con su vida.
No sabía qué hacer con relación a su trabajo, no sabía qué hacer con
relación a parejas, estaba completamente perdida y reflexionaba como se
la había pasado toda su vida huyendo.
Me decía, “Tengo 38 años
de edad y nada que mostrar. No me he realizado en el trabajo, mis
parejas siempre han sido problemáticas, ahora que quiero intentar hacer
un negocio me niegan el crédito, no tengo dinero suficiente, no se que
hacer ni para donde ir.”
Mientras la escuchaba atentamente
había algo en mi que sentía un regocijo porque sabía que todo lo que
estaba ocurriendo en su vida estaba simplemente preparándola para poder
rendirse a este momento y poder aceptar el gozo de lo que es la paz que
se experimenta cuando uno completamente lo suelta ¡todo!
Le
compartí que donde ella se encontraba es exactamente donde me
encontraba yo hace sólo unos cuantos años atrás. Me encontraba en una
posición donde no sabía qué hacer con mi vida, no tenía trabajo, veía
mis amistades que algunas de ellas la vida le aparentaba ir bien,
intentaban darme consejos no obstante no podía hacer nada con ellos.
Sentía que no tenía la energía de hacer nada y lo único que podía hacer
era rendirme constantemente a la experiencia presente.
Según la
vida misma me fue demostrando, en cada rendición experimentaba un amor
que me arropaba. Pueda que algunas personas interpretasen eso como un
estado de negación, pues a final de cuentas todo el mundo está
acostumbrado a la lucha, a sobrevivir, sin embargo, para mi ese amor que
me arropada era simplemente la paz que se experimenta cuando se rinde
uno completamente a cada momento presente, cuando uno entrega todos sus
deseos, todas sus expectativas, todas sus metas, todas sus pertenencias,
todos sus apegos a la vida, en total confianza de que ya no desea nada,
solo la paz interna.
Desde ese espacio paradójicamente me
encontraba inspirado a hacer cosas, cosas que no tenían nada que ver con
lo que yo creía que querría o con lo que yo creía que sería lo mejor
para mí, sino que esa inspiración surgía para poder yo compartir el amor
y la creatividad que estaba en mi.
Lo que hace no obstante que
este proceso aparente ser tan difícil de practicar es que va en completa
oposición a como se nos ha enseñado a vivir la vida. Primero que nada
creemos que sabemos lo que queremos. Esa es la trampa principal. A raiz
de esa trampa ahora creemos que somos nosotros a raíz de nuestro
esfuerzo los que nos auto “realizamos,” sin darnos cuenta de que la vida
tiene un plan, y es que recordemos lo que somos. Es que recordemos que
somos el amor que nos sostiene y no el individuo separado que tiene que
sostenerse por si mismo.
Le compartí qué de lo que ella estaba
huyendo era de ese espacio de silencio por el miedo a creer que si no
hacía nada su vida terminaría fuera de control. Y lo interesante del
caso es que su vida estaba fuera de control, y por más que se esforzaba
todo lo que hacía era empeorándolo todo. Y aunque desde afuera aparenta
ser como que las cosas iban “mal”, muy claramente podría yo observar que
la vida simplemente le estaba ofreciendo una y otra vez el regalo de
rendirse completamente, de soltarlo todo para así entregarse a la vida
misma y descansar en ella.
Según ella se permite dejar abrazar
por cada momento presente puede entonces observar como la vida misma
orquesta cada experiencia y cada situación para apoyarla en su proceso
de recordar quién ella realmente es. Ella no es este individuo separado
caminando por el mundo sin rumbo y a la deriva ante un futuro incierto.
Eso es lo que creemos y por eso en vez de rendirnos a cada momento y
confiar en el presente nos la pasamos intentando controlar y planeando
el futuro para “supuestamente” poder tener un “sustento”, aun cuando
sufrimos en el proceso.
Pero si aceptamos el regalo que el
momento presente nos brinda, el cual es una paz que no tienen nada que
ver con lo que aparente estar ocurriendo en nuestro entorno, podemos
entonces tomar conciencia de que todo lo que ha estado ocurriendo estaba
perfectamente orquestado para poder sentir esa paz que ha estado y que
siempre estará disponible.
Desde esa paz surgen los impulsos
creativos los cuales nos dirigen en cada momento a que hacer y que
decir, y lo que terminemos diciendo o haciendo, al haber nacido de esa
paz, no puede sino que ser extendido a todos.
Ese es el secreto
de una vida plena, que como podemos ver no tiene nada que ver con qué
tipo de trabajo hagamos ni con intentar hacer dinero. En mi caso por
ejemplo, mi intención de contestar preguntas, facilitar charlas, crear
música, escribir libros, filmar videos, etc., son diferentes maneras de
expresar la creatividad que se encuentra en mi y de compartirla sin
saber en qué dirección la vida me lleva.
Paradójicamente algunos
de esos medios se han convertido en fuentes de ingreso. Pero nada de eso
ha surgido a raíz de un plan premeditado o de ninguna estrategia
intelectual.
Todo eso ha a ido surgiendo a raíz de entregarme
completamente a la paz interna, a raíz de entregarme completamente de la
mejor manera posible a cada momento presente, y la vida constantemente
me apoya con los recursos que sean necesarios para yo continuar
profundizando en el recordar de lo que soy y no en adquirir las cosas
que crea me puedan hacer feliz, o en ver como “ganarme” la vida, etc.
Así
que aunque mi amiga esté preparada para verlo o no, el que las cosas no
vayan como ella quiera es el regalo más grande que la vida le ofrece
para que finalmente deje de luchar y se rinda completamente para que por
primera vez se deje amar. Y ese amor se reflejará en su vida.
La
verdad es que nunca hacemos nada. Solo que al creer que hacemos
sentimos resistencia y es ahí donde surgen todos los problemas, que son
mas bien problemas de percepción. Si uno se entrega a este momento, a la
paz, somos el vehículo a través el cual la vida misma se extiende. Mis
talentos, mis regalos, son pare ser compartidos, nada mas!